viernes, 20 de septiembre de 2019

EXPEDIENTE DE DEVOLUCIÓN DE DIVERSOS ARTICULOS A LA PARROQUIA Y AL CONVENTO DE BELALCÁZAR 1942

El Servicio de Recuperación Artística se creó en el bando nacional en enero de 1937 con el objeto de recuperar y proteger las obras de arte que se encontraban en el frente. Finalizada la guerra, su función consistió en organizar la devolución de los bienes incautados por las juntas republicanas, la Caja General de Reparaciones, los sindicatos, los partidos políticos, las asociaciones culturales, el ejército y las milicias republicanas. El Servicio desapareció oficialmente en 1942, si bien hubo devoluciones puntuales hasta bien entrada la siguiente década.
A continuación expediente de devolución de diversos objetos a la Parroquia de Belalcázar y al Convento de Santa Clara de la Columna, uno de ellos la imagen de la virgen de la Esperanza conocida como "La Tinaja" 
 

miércoles, 30 de marzo de 2016

HOSPITAL AMERICANO DE BELALCÁZAR 1937





A finales de Mayo del 1937 se instaló  en el grupo escolar de Belalcázar (hoy IES Soto Alvarado), una unidad médica por la Brigada I. XIII, por ser lugar más cercano al frente donde se combatía. El jefe de la unidad,  fue el  Dr. Fritz Jensen, nacido en Praga pero formado en Viena, así fue como el mencionado edificio era conocido en la zona como “Hospital de Belálcazar”. El catalán José Mª Massons médico del hospital, describe así su vida en el centro:

 Josep Maria Massons Esplugas falleció el 10 de noviembre de 2012 en Barcelona

En Belalcázar instalamos el hospital en un grupo escolar. Era de reciente cons­trucción y jamás tuve un hospital con tanta luz y con tanto sol. Puse un portero para controlar un poco las visitas. Era un minero evacuado de las minas de Peñarroya. Me pidió de salario 5 pesetas diarias y 3,50 pesetas si le daba de comer, llevé a cabo una acción humanitaria que después repetí en la cam­paña del Maestrazgo. Consistía en que el pregonero anunciaba a la gente que en el hospital militar se atendería gratuitamente a todo enfermo. La maniobra era oportuna porque gran número de médicos rurales habían sido movilizados y, por otra parte, yo poseía un aparato portátil de Rayos X que la gente consideraba cosa prodigiosa. Acu­dió bastante gente al improvisado consultorio. El caso más clamoroso fue el diag­nóstico de un derrame pleural. Repito que la consulta era gratuita pero muchos enfer­mos me obsequiaban con huevos, algún pollo, etcétera, que en aquellos días de penuria alimenticia y -en las Brigadas Internacionales- de mala cocina, se agradecía mucho.

... no tuvimos en Belalcázar un trabajo excesivo porque la verdad era que la mayor parte de los hospitalizados eran casos de medicina interna como diarreas, paludismo, picaduras de avispas y de abejas que se complicaban...

A finales de junio de 1937 el equipo médico de la Brigada I. XIII  recibió la orden de abandonar la localidad, desde entonces, y hasta la primavera de 1938, el Hospital pasó a ser dirigido por un equipo sanitario norteamericano, razón por la cual pasó a ser llamado “Hospital Americano de Belalcázar”, este fue dirigido por el por el  Dr. Abraham I. Friedman, y sus ayudantes los doctores Norman Rintz, Albert Byrne, Philip Goland y Alan H. Sorrell. Entre las enfermeras cabe citar a Rebecca Schulman, Helen Freeman, Ena Ferwerda y Ruth Davidow.

    

  Dr. Friedmann operando en Belalcázar
                                         



Allí también estuvo Dorothy Fontaine 'Mardfin' que fué la técnica de laboratorio del hospital en ese tiempo. Así contó su experiencia en Belalcázar:



Trabajé en Belalcázar (frente de Córdoba) con la LXXXVI Brigada... para instalar allí el laboratorio.

No teníamos ni agua corriente, ni baños, ni refrigeración, pero sí muchas moscas. La escuela tenía inodoros de asiento, pero el agua tenía que ser traída del exterior añadiéndole cloro y desinfectantes para reducir riesgos de infección ¡Era un verdadero desafío montar un laboratorio y mantener las condiciones de higiene en esas circunstancias! (Siempre estábamos escasos de medicamentos, y nunca vi antibióticos en ninguno de los hospitales en que trabajé). Un conductor de ambulancia muy manitas, Charlie Devetesco, construyó otras dependencias grandes y cavó un pozo profundo para residuos hospitalarios. Me levantaba temprano cada mañana para quemarlos, de tal manera que por la noche ya estaban eliminados y no eran visibles desde el aire. Con recursos limitados, acabé siendo técnico de laboratorio, farmacéutica e ingeniera sanitaria.

Fuimos alojadas con familias campesinas, compartiendo nuestros cuartos con animales de granja. Descubrimos que los cuartos oscuros mantienen las moscas tranquilas. También teníamos una ducha de lujo, con un gran bidón –que tenía unos  agujeros en la parte inferior–  que un campesino llenaba cada día. Luego estaba el problema de las transfusiones de sangre necesarias cuando se producía una acción en el frente. Como no teníamos ninguna refrigeración, no podíamos almacenar sangre. Por lo tanto, le dijimos al alcalde que explicara la situación a los vecinos para pedirles que se ofrecieran como donantes de sangre. Aquellas maravillosas personas llegaron en masa para inscribirse en el "banco de datos". Y así, cuando necesitábamos sangre, me ponía en contacto con dos o tres personas del grupo de sangre necesario y hacíamos la transfusión con el herido bis a bis.

Aunque gran parte de nuestro trabajo consistía en combatir la epidemia de paludismo, estábamos sumamente orgullosos de haber sido capaces de curar a dos pacientes que acudieron al hospital con heridas gangrenosas. El uso de tubos perforados, y la limpieza constante con solución de Dakin, hizo que nuestros dos hombres quedaran totalmente sanos y sin amputaciones. Las enfermeras hicieron milagros en estas condiciones adversas. El único lugar del hospital donde se utilizaban técnicas asépticas se encontraba en la sala de operaciones. Mirando ahora retrospectivamente me pregunto cómo pudimos hacerlo tan bien.

Con el fin de separar a los pacientes de paludismo de los demás  tenía que trabajar siete días a la semana (yo era la única técnica) para examinar en el microscopio los glóbulos rojos de la sangre de todos los pacientes que venían del frente. Acabé cogiendo la malaria, pero me recuperé pronto, a diferencia de otras  enfermeras que sufrían escalofríos y fiebres recurrentes.

La comida era siempre escasa yo tenía una lata de champiñones de mi paquete de ayuda de los Estados Unidos; alguien del personal encontró unos huevos y nos hizo una tortilla el día en que llegó la mantequilla. ¡Nunca he tenido una mejor fiesta! También encontramos algunas latas de calabaza en el almacén del hospital, así que se utilizó una gran cantidad de mantequilla para hacer pasteles de calabaza. Se cocían en los hornos de la panadería local y eran disfrutadas por los pacientes, el personal sanitario y ¡también por la gente del pueblo!

 Camión ambulancia por las calles de Belalcázar.


Crispulo  Márquez Espada vecino de Belalcázar  Teniente del batallón internacional de la LXXXVI Brigada Mixta también nos hace referencia al Hospital Americano de Belalcázar:

 Teniente Crispulo Marquez Espada
 
Visité tal centro hospitalario en alguna ocasión y pude comprobar su buen funcionamiento. Las enfermeras eran en su mayor parte norteamericanos, aunque la administración la llevaba un francés, con quien me entendía utilizando una mezcla chapurreada de los respectivos idiomas. Ocupaban, para descanso y servicios complementarios, una de las casas existentes frente al Hospital (en cuya acera se había perpetrado precisamente el asesinato del alcalde «Retamalo», al que antes me referí) y otra en la calle principal del pueblo, conocida por ‘Casa de las Suaras’, donde estaba el comisario político, estadounidense (John Gates?) que nadaba por cierto con una velocidad y estilo impecables, según pude ver en ocasión de un día de pesca organizado por los dirigentes del pueblo en las tablas del río Zújar existentes junto a la carretera de Cabeza del Buey.


La unidad hospitalaria americana fue retirada del sector a finales de 1937. Un artículo aparecido en The Volunteer, el periódico de la XV BI, da la siguiente explicación de este traslado:




 Periodico  The Volunteer

Después de seis meses en el frente de Córdoba, el Hospital Americano dirigido por el Dr. A.I. Friedman (de Hackensack, N.J.) está ahora en Villa Paz para reorganizarse antes de incorporarse en breve a la XV Brigada. El Hospital Americano del Sur y su personal al completo enfermeras, doctores y conductores de ambulancia– ha servido con la LXXXVI Brigada desde el 23 de abril, cuando llegaron a Pozoblanco con el Dr. Edward Barsky.
Esta unidad, compuesta de un auto-chir (quirófano ambulante) y su unidad hospitalaria de campaña de 20 camas, siete ambulancias y un hospital fijo de 100 camas hizo su aprendizaje con la LXXXVI Brigada en el sector de Los Blázquez. Después de su corta estancia